jueves, 2 de octubre de 2014

SERÍA UN ERROR NO EQUIVOCARSE A VECES.

SERÍA UN ERROR NO EQUIVOCARSE A VECES, parafraseando al gran Valentí!


Qué pasa pues runnerfuckers!!!


Todos estabais esperando una entrega más de las crónicas alicate de la Maratón de Zaragoza. Pues en principio no tenía pensado hacerla, la verdad. Porque terminé más que cruzado de esta mi tercera Maratón. Y como dijo el traductor, os preguntaréis “Pur qué!?”, si la hemos terminado los cinco del equipo, y el objetivo secundario que era bajar de las 4 horas también lo conseguí!! 


Pues bien. Porque una maratón, para mí, es mucho más que un crono. Por un lado los meses de verano preparándola (ahí nada que objetar, de hecho han sido tres meses para enmarcar). Y por otro, la carrera en sí. Pero no el número de horas, minutos y segundos que marca el arco de llegada cuando cruzo la meta. No. Si no todo lo que rodea la carrera. Estaba muy cabreado conmigo mismo porque en mi agonía de los dos últimos kilómetros apenas disfruté del aliento del público (que vaya si lo había). Porque en la recta de meta tuve al ahijado animando en primera fila y no tuve fuerzas más que para saludar y arrastrarme hasta la meta, en vez de cogerlo en brazos y atravesar juntos la  línea de llegada de una Maratón (apuntado en tareas pendientes). Porque me hubiera gustado estar al otro lado de la meta (como habíamos acordado) esperando a que llegaran todos los de mi equipo para celebrar juntos su primera maratón, ese gran momento que nunca se olvida. Porque de casi la docena de amigos que vinieron a verme, no pude hacer caso a nadie, poco más que un “estoy jodido” y “gracias por venir”  (que aún yendo entero tampoco es que les hubiera interpretado el  “Emocionado y agradecido…gracias por veeenir!” de Lina Morgan!? Pero sí que me hubiera gustado agarrar un pequeño capazo con todos). Porque después de tres meses dando y repartiendo consejos sobre la maratón, llego yo y me los paso por el forro del haba; quieres arroz, toma taza y media. Porque ese último kilómetro y medio donde me iba arrastrando, no valoré en su momento todo lo que tiraron de mí tanto Mr.K. como mi padre (llegando a pensar por momentos que me agobiaba); pero luego pensándolo fríamente, consiguieron que sacara fuerza de donde no la había, y no echara a andar ni un centímetro de esos kilómetros tan duros y agónicos; no sólo eso, sino que además lograron que me saliera el km a 5:43 (y por mucho que se diga eso es más mérito suyo que mío).


Y dicho lo cual, después de los interrogantes vienen las respuestas.  Como buen runner, desde luego por excusas no será. Pero justificar algo con excusas de mal pagador sería engañarme a mí mismo. Podría decir que justo la semana de la Maratón agarré un pequeño resfriado y por eso no andaba muy fino. O que el día de la Maratón hizo una humedad del carajo y me deshidraté más de lo debido. También podría decir que mi compañero me marcó un ritmo infernal y peté. PERO NO. Las cosas son como son, las podemos edulcorar pero la realidad es una y sólo una. No corrí al ritmo que debía haber corrido. Si no estaba fino, si había mucha humedad, si mi compi de equipo iba fuerte, NADIE  ME OBLIGÓ  a llevar ese ritmo.  Debería haberlo reconocido en el momento. Sin embargo, fruto de la euforia que te da el pincharte un dorsal, o sencillamente, porque soy un alicate que no tiene talento, apuré la máquina más de la cuenta. Conforme nos acercábamos al km 30 cada vez era más consciente de ello. Y aun sí no reaccioné. Y la Maratón pone a todo el mundo en su sitio, tarde o temprano. Por eso cuando crucé el arco de meta me convertí en un zombie, un secundario muy logrado para la serie The Walking Dead. Contaba con ello pero no a ese nivel.


Y han tenido que pasar cuatro días de agujetas dándole vueltas al tema para tenerlo claro. 4 días sufriendo para bajar o subir un escalón. Y justo después de que desaparezcan las agujetas, justo cuando ha vuelto de sus “vacaciones” el barrendero de mi calle (con un testículo menos pero igual de cachondo el jodido de él), pues justo ahora me dí cuenta de la jugada.
La cagué y la pagué. Y la lección más que aprendida. Sufrí más de la cuenta. Así que me quedo con la capacidad de resistir y aguantar que tiene a veces el cuerpo humano, cuando crees que es imposible seguir adelante, pues se puede. Y que sí, que hay que sufrir, pero disfrutar también. Conocer ese punto en el que vas jodido pero sabes que merece la pena. Que la sonrisa no puede desparecer de la cara tanto tiempo. Que si no se sale muy mal en las fotos, coñe!!



Y yastá! Sé que a nadie le importa esto, pero tenía que soltarlo. Arf. No veáis lo a gustico que me acabo de quedar…



Y la próxima actualización, una nueva entrega de las Crónicas Alicates…la MARATÓN DE ZARAGOZA…que ya me lo comentó la Pedroche además, y es lo que a nuestros lectores más les gusta!!! Esas crónicas fresquitas ricas y desenfadadas… en breves!

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